En el evangelio de Mateo, capítulo 5, Jesús subió a lo alto de un monte y comenzó a enseñar al pueblo.
En un momento dado, Jesús habló sobre las bienaventuranzas y señaló al que promueve la paz como un bienaventurado.
En un mundo de pasiones afloradas, ser pacificador - además de ser sabio - es ser hijo de Dios.
Al continuar con el sermón, Jesús habló sobre la importancia de la reconciliación.
Muchas veces, tengamos la razón o no, dar la mano es una tarea difícil.
Pero como dijo Jesús, es mejor hacer las paces lo más rápido posible, pues las consecuencias de esperar son mucho peores.
Las personas están más agresivas cada día y se alteran por cualquier motivo.
Actitudes como esas pueden generar heridas y contaminarnos.
Mantén la calma, pon tus ojos en Cristo.
¡Él es el Príncipe de Paz!
Jesús fue un pacificador en toda su trayectoria en la tierra, aun en momentos difíciles y turbulentos.
¡Fue pacífico hasta el punto de calmar el mar!
Cómo ser un pacificador:
¿Qué es lo que te saca de quicio?
Intenta apartarte de las situaciones que te llevan a pecar.
Saber identificar esos momentos te traerá madurez.
Siempre que haya una discusión, responde con moderación y equilibrio.
Pide sabiduría y discernimiento a Dios.
Busca al Espíritu Santo.
Para orar:
Señor Jesús, ¡quiero aprender más de ti!
Enséñame a ser amable y pacífico.
Perdona las veces en las que fui rudo e ignorante con mi prójimo.
Quiero tener otra actitud desde hoy.
En el nombre de Jesús, amén.
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