Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte,
ninguna calamidad llegará a tu hogar. (Salmo 91:9-10)
En la actualidad vemos a un número inmenso de refugiados de diversos países del mundo en busca de un nuevo hogar.
Huyen de la guerra, del hambre, de las amenazas de grupos terroristas o de situaciones extremas bajo gobiernos dictatoriales.
Felizmente, el dolor de no tener dónde establecerse se sana gracias a la acogida y la esperanza que encuentran en los países de refugio.
Nuestro Dios también es así. ¡Él es nuestro refugio y fortaleza! En medio de nuestras guerras y crisis internas, él proporciona abrigo fuerte y consuelo.
El versículo de hoy nos dice que podremos escapar ilesos de desastres y violencias si Dios es nuestra morada.
Pero aunque enfrentemos el sufrimiento en esta vida, tenemos la plena convicción de que nuestro refugio más anhelado está en la eternidad.
Allá no habrá más desastres, aflicciones, muerte ni dolor.
Encuentra refugio en el Señor Jesús
Entrega tu vida al Señor y él será tu refugio ahora y para siempre.
Ora a Dios y lleva ante él tus preocupaciones, miedos y angustias.
Acoge y extiende tus manos a los necesitados y afligidos (extranjeros, huérfanos, etc.)
Para orar:
Dios todopoderoso, tú eres mi verdadero abrigo. Gracias porque me libras del mal todos los días.
Tú eres mi refugio en medio de las tempestades. Yo sé que tú nunca pierdes el control de lo que nos acontece.
Guárdame en tu presencia, Padre.
Creo que ninguna desgracia durará para siempre, pues tu gracia me sustenta y en ella estoy seguro.
Te entrego todo a ti y te agradezco, en el nombre de Jesús, amén.
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