Vivimos en una sociedad expuesta: no basta tener cosas, es necesario hablar sobre lo que se tiene.
En cierto modo, las redes sociales han potenciado este comportamiento convirtiéndose en una herramienta de publicidad propia.
No siempre se expone lo que es cierto y eso crea un torrente de mentiras que nos puede afectar negativamente.
Podemos ser influenciados para vivir esta mentira o ser afectados por una baja autoestima hasta el punto de asumir que Dios ha hecho poco por nosotros.
En esta situación, la mentira, la envidia y la ingratitud son herramientas que nos alejan de Dios:
Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. (Santiago 3:16)
Tales cosas no son de Dios, sino del mundo:
Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo. (1 Juan 2:16)
No te dejes influenciar por las apariencias.
Todo lo que vemos en las redes sociales puede desaparecer en un clic, pero el que tiene a Cristo se mantendrá firme. ¡
Que Jesús sea tu influencer, síguelo! Solo él te conducirá a una riqueza que la polilla no puede destruir ni los ladrones pueden robar.
No engañes y no te dejes engañar.
Evita exponer tu vida en las redes sociales.
La misma audiencia que hoy te da los «me gusta» es la misma audiencia que te bloqueará en el futuro.
No es pecado tener un perfil en una red social, pero mantente alerta. No permitas que ese sea tu alimento diario.
Usa tus redes como un canal para que las vidas lleguen a conocer a Cristo. Podemos usar nuestras redes a favor del Reino.
Determina un tiempo limitado para usar las redes, toma el control.
Aprovecha tu tiempo de ocio para buscar más a Dios.
Para orar:
Señor Jesús, el mundo que me rodea busca sofocarme con tendencias que no vienen de Ti.
Libérame de esas malas influencias.
Quiero ser influenciado por la buena noticia que transforma al ser humano.
¡Quiero seguirte para siempre! Amén.
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